EL MISTERIO POSIBLE, de María Elena Rocchio
SADE, 24/4/2015
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Durante su derrotero, la vida insinúa caminos de todo orden: caminos a ser tomados, caminos a tener en cuenta, caminos insinuados, caminos que elegimos o no; los caminos no son misterios, el verdadero misterio es la vida, el misterio posible, como nos sugiere María Elena Rocchio desde el título de su nuevo libro de poemas, razón por la que en la primera parte del poemario cita a Jorge Calvetti, que concluye diciendo: “Estás en la vida, en la santa, sana, sagrada Vida, en la que todo es posible.”
En las fricciones del camino elegido, o que nos fue elegido, es menos frecuente la risa que el lamento; esta desigualdad nos compele a comportamientos de gama infinita y al dramatismo necesario para la elaboración del arte que, como válvula de escape, nos libra de la intensidad de algunas pesadumbres. María Elena Rocchio construye con estas intenciones, ciertas y sinceras, su cosmogonía, el orden que ha dado a su modo de ver, a su “razón ardiente”, al decir de Graciela Maturo, y las reglas que ha impuesto en ese universo, ornando con su particular capacidad de síntesis el destello de la forma exterior de los poemas, dado que cada verso nos dicta una certeza elemental de lo que cree y desea en modo completo, donde expresa o insinúa cada concepto, despojándolo de cortezas y preámbulos; donde cada verdad está desnuda y donde cada sentencia puede ser tomada con naturalidad sin que hiera nuestros pareceres.
Asunto y composición van de la mano y componen la inquietud pensativa y sensitiva de una obra que adquiere resonancias que pueden vibrar en el más exigente lector.
El Misterio posible se estructura en dos partes y un epílogo, que es un poema que la autora dedica a su hija, razón por la que mereció separarse del resto de los textos.
En la primera parte, nominada la duda, encontrará el lector algunos acercamientos metafísicos; algunos juicios, que no intentan imponer una opinión sino para manifestarla con solidez; y la más extrema síntesis, que por supuesto provoca que la opinión aparezca como sentencia.
En la segunda parte, el mar, el tema del amor se acentúa, se hace más terreno, más vital y unilateral, acaso más carnal y vehemente. Dice María Elena:
cuando se tuvo amor se tuvo todo/ hay un dios en la puerta de la casa
El recuerdo y la nostalgia aparecen regularmente en esta segunda parte, donde también se denuncian preferencias del género a través de la mención de Whitman, Poe, Federico, Prevert.
El “ángel” y palabras derivadas aparecen regularmente en los trabajos reunidos en este poemario, no solo resultan ser un tópico universal de protección sino también la caricia, ya que simboliza lo benévolo que se proyecta desde lo invisible, con vestiduras celestiales y sagradas. Como símbolo de la gran pureza podemos encontrarlo en el poema IV de la primera parte:
el mantel de la mesa/ de mi madre// ángel que todo sabe/ y todo calma
Como todo creador de mérito, María Elena Rocchio, delata un estado emocional a través del “esto” de los expresionistas, distinto del “aquello” de los poetas metafísicos o del por qué de acendrados intimistas, aunque todos comparezcan asiduamente ante cualquier pronombre reflexivo.
Dice Marcos Silber, en el inicio del libro, que esta obra en su reposada belleza nos remite al templo donde la palabra se celebra y nos provee bienestar; precisamente, la belleza, derrotero y fin de todo arte, es un signo constante en la María Elena que se ha volcado en palabras en el poemario que esta noche nos reúne.
Celebro esta aparición y espero por más.
Ricardo Rubio