EUFONÍA, Antología Poética

14x20, 80 pag.

Poesía (2009).

Leyenda Editorial: SADE Oeste Bonaerense.

INTERVIENEN:

Norberto Alessio, Susana Álvarez, Gabriela Antón, Manuel Asorey, Rubén Balseiro, Pedro Bidegain, María Angélica Cabanillas, Jorgelina Caial, Carlos Carbone, Nélida Carpinetti, Haydeé Cimadoro, Alba Correa Escandell, Juan De Biase, María Amelia Diaz, Elsa Fenoglio, Olga Ferraguti, Constancia Fioti, Élida Franco, Ernestina Gallo, Ana María García, Irma Garone, Elsa Gervasi, Lilia Goldberg, Irma González, Estela Herrera, Jorge Hirsch, Osvaldo Hueso, Nélida Jurado, Zahira Kezelman, Carlos Kuraiem, Susana Lamaison, Ada Lerner, María Teresa Lo Gioco, Jorge Luis López Aguilar, Pablo Marrero, José Martínez-Bargiela, Graciela Mena, Lía Miersch, Osvaldo Milano Arrieta, Herminio Milovich, Juan Carlos Molinuevo, Silvia Montilla, Juan Alberto Núñez, Elvira Otero, José Antonio Panizzi, Alicia Paulucci, Norma Pazos, María Luisa Peña, Raúl Pérez Arias, Jorge Pintos, Alberto Luis Ponzo, Rosa Rey, Ricardo Rubio, Ana María Scagnetti, Bernabé Sosa, Boris Stoyanoff, Roberto Taberner, Juan-Jacobo Bajarlía, Norberto Corti, Ester de Izaguirre, Eugenio Mandrini, Graciela Maturo, Carlos Pensa, Enrique Sandri, Marcos Silber y Andrés Utello.

Publicado en Ada Inés Lerner, Alba C. Escandell, Alberto Luis Ponzo, Alicia Paulucci, Ana María García, Ana María Scagnetti, Andrés Utello, Élida Franco, Bernabe Sosa, Boris Stoyanoff, Carlos Kuraiem, Carlos N. Carbone, Carlos Pensa, Constancia Fioti, Elsa Fenoglio, Elsa Gervasi, Elvira Otero, Enrique Sandri, Estela Herrera, Ester de Izaguirre, Eugenio Mandrini, Gabriela Antón, Graciela Maturo, Graciela Menna, Haydeé Cimadoro, Herminio Milovich, Irma Garone, Irma González, Jorge Hirsch, Jorge López Aguilar, Jorge Pintos, Jorgelina Caial, José Antonio Panizzi, José Martínez-Bargiela, Juan Alberto Núñez, Juan Carlos Molinuevo, Juan De Biase, Juan-Jacobo Bajarlía, Lía Miersch, Lilia Goldberg, Manuel Asorey, María Amelia Díaz, María Angélica Cabanillas, María Luisa Peña, María T. Lo Gioco, Marcos Silber, Nélida Carpineti, Nélida Jurado, Norberto Alessio, Norberto Corti, Norma Pazos, Olga Ferraguti, Osvaldo Hueso, Osvaldo M. Arrieta, Pablo Marrero, Pedro Bidegain, Raul P. Arias, Ricardo Rubio, Roberto Taberner, Rosa Rey, Rubén Balseiro, Silvia Montilla, Susana Álvarez, Susana Lamaison, Zahira Kezelman. Etiquetas: , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , . Leave a Comment »

POESÍA HACIA EL NUEVO MILENIO – ANTOLOGÍA DE POETAS ARGENTINOS, TOMO IV

14x20, 108 pag.

Poesía (2000). Palabras preliminares de Ricardo Rubio.

Antologados: Norberto Alessio, Carlos Enrique Berbeglia, Luisa Berutti, Dante Bustos, Haydeé Lilí Canaletti, Ramón Canalís, Omar Cao, Carlos Norberto Carbone, Jorge Hirsch, Susana Lamaison, Myriam Leal, Osvaldo Milano Arrieta, Adalberto Polti, Graciela Susana Puente y Beatriz Taboada.


TESTIMONIOS DEL PRESENTE, Antología poética

 

14x20, 152 pag.

 

Octubre de 2008. Arte de tapa: Óleo de Mónica Caputo.

Poetas: Héctor Miguel Ángeli, Rubén Balseiro, Santiago Bao, Gino Bencivenga, Luis Raúl Calvo, Mónica Caputo, Carlos Norberto Carbone, Susana Cattaneo, Silvia Marina Crespo, Domingo De Cristofaro, Marta Dulce, Jorge Luis Estrella, Héctor Faga, Roberto Glorioso, Amadeo Gravino, Jorge Hirsch, Carlos Kuraiem, Alicia Grinbank, Susana Lamaison, Hilda Mans, Élida Manselli, José Martínez-Bargiela, Graciela Maturo, Raúl Pérez Arias, Alberto Luis Ponzo, Horacio Preler, Ricardo Rubio, Enrique Sandri, Gustavo Soler, José Emilio Tallarico, Gustavo Tisocco, Amanda Tomalino y Andrés Utello.

SEGUNDO INSTANTE / RETRATOS, de Jorge Hirsch

13x20, 24 pag.

 

Poesía, 2000.

EL FRÁGIL EQUILIBRIO DE LOS CUERPOS, de Jorge Hirsch

El frágil equilibrio de los cuerpos

14x20, 72 pag.

Poesías (2005).

CONTRATAPA por Ricardo Rubio:

La voluntad de armonía trazada a lo largo de «El frágil equilibrio de los cuerpos» impone una especial cercanía a su lectura, un salto por sobre la barrera experiencial que habitualmente separa al autor del lector. La forma exterior que Jorge Hirsch imprime a estos versos acentúa el contenido de un modo particular: lo resume, lo acota, lo pronuncia, además de imponerse por sobre la retórica que suele debilitar la poesía de nuestro tiempo. Así, concreto, sanguíneo —a veces vehemente— y con la flexibilidad que dicta lo espontáneo, advierte la continua reformulación con que las urgencias ciñen al ser; reniega de las comunes de-bilidades y cree en el poder de la palabra para para florecer aun en la aridez. El amor y el destino, transformados en melancolía con-trolada, buscan el cauce de la interioridad hacia la verdad honda, subjetiva, sabiendo que la eterna conjetura que nos hace ciertos secretea entre los versos, pues «los versos nacen en los territorios del alma».
Ricardo Rubio

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JORGE HIRSCH Y EL FRÁGIL EQUILIBRIO DE LOS CUERPOS

por Ricardo Rubio

Todo hecho literario parte del soliloquio, acaso influido por una necesidad incomprensible que se sobrepone a otras, también necesarias; una suerte de bilocación en la que el otro es el uno que se divide para oír de sí la interpretación del orbe. En la manifestación poética, el monólogo parece buscar desde la verdad subjetiva el temple y el propósito de la voz que lo dicta. No es casual entonces que la pasión, la melancolía y las situaciones límites ocupen la mayor parte de las preocupaciones del poeta: “Transformar el llanto en sangre/ o simplemente en gotas/ que se pierden en el tiempo.”[1]

Jorge Hirsch, con un profuso ideario que demanda el roce de lo corpóreo, examina lo basto, analiza los extremos dolientes del destino y nos reduce la entrega con el mensaje franco de su emotividad, de su particular proyección sentimental. Ya Jorge Luis Borges preocupó algunas de sus líneas con reflexiones en torno al proceso virtual del pensamiento confrontándolo a la imposibilidad de que éste acceda al mínimo tacto con la materia. El todo visible se transforma así en utopía a la hora de una mínima cavilación. Pero somos espíritu, mente, universo interior, y nada de lo que por idea nos sucede existe en el mundo objetivo, obrado con bisagras, tornillos, muebles y demás materializaciones. Rodeado de objetos conocidos e incomprensibles, el poeta intenta retener su identidad, reclama la seguridad que sólo otorgan los sucesos que parecen no haber sucedido nunca —la experiencia—, y dice: “Los recuerdos/ van sumando/ retratos a la vida”[2]. De este modo, su palabra se hace alusión despojada, trágica, sombría; intenta aferrarse a la historia interior que, por persistencia, da algún sentido a la vida. La poesía no es para Hirsch un sueño sin ninguna realidad, ni es un juego de palabras sin lo serio de la acción, es la bitácora de un derrotero emocional que carga la única realidad posible.

En poesía es habitual decir la verdad. Esta exigencia provoca en nuestro autor la búsqueda del naturalismo, interpretado como respeto sentimental y desdén por tecnicismos vacíos u otros vanos sondeos de excentricidades, casi siempre forzados y pueriles: “…un hombre solo,/ abandonado,/ miserable,/ con la mirada perdida/ en el olvido.”[3] Ordena las abstracciones, las provoca accesibles, diáfanas, las ilumina en la zona clara que acerca a todos los hombres y acentúa su preocupación temporal en relación a los sucesos emotivos: “Tus caricias/ siempre tendrán su huella en mis mejillas.”[4]

El arbitrio de la palabra, la comunicación, es en este caso catarsis o, cuanto menos, canalización del vértigo que propone ese horizonte anterior y póstumo donde se contactan el cielo y la ceniza. El poeta “se sacude… [el] pasado y nos hace cómplices afortunados de su nostalgia”[5], rebusca las ilusiones entre sus recuerdos, las primeras caricias, los primeros labios, recurre al amor como instancia de cordura o de sentido, y siente el acecho de la sombra y del silencio que empañan toda su construcción terrena, y que le quitan sentido al devenir: “Si me vienes a buscar,/ reina negra,/ te pido lo hagas/ en la intimidad de la noche…”[6] donde el sustantivo intimidad se recarga de un valor que tiene más de cualidad personal que de entidad en sí. Esta rara prosopopeya, en la que la muerte cobra vida como interlocutora del poeta, es la dramatización trágica que emerge como resultado de las sucesivas pérdidas a las que estamos expuestos a lo largo del aliento. En esta instancia, el ojo del poeta no mira sino barrunta; su idea no alcanza a tocar la materia pero advierte que, más tarde o más temprano, esa dama oscura le quitará la suya. La tragicidad entonces, se transforma en el núcleo motor: “Las estrellas/ reflejan la despedida…”[7], y aun así el instinto no cede sino insiste en cruzar la lejanía: “La luna/ busca su sepultura/ tras el horizonte…”[8]; la identificación con el astro, que traspone ese más allá deseado, se opone a una entrega sin lucha.

Frente a los grandes obstáculos, frente a situaciones límites o bien frente a circunstancias que las parecen, los bordes del ser individual y las partes del organismo que en él se agrupan para la vida parecen difuminarse en el juicio del portador de la pena, parecen perderse y huir hacia un punto replegado y denso; y es en ese núcleo donde se agita la parte esplendorosa de la negrura[9], donde todos los dolores, todas las congojas y todos los dolores se recluyen para deliberar. Y si hay discusión, hay expectativas, como las hay si hay poesía.

La voluntad de ser comprendido en su íntima naturaleza, proyectada a lo largo de los libros de Jorge Hirsch, propone un especial atractivo a su lectura, estimula al salto por sobre la barrera de lo personal, que habitualmente separa al autor del lector, y desdice la habitual oscuridad con que suele asociarse a la poesía. La forma exterior que imprime a sus versos acentúa el contenido de un modo particular: lo sintetiza, lo acota, resume el cuerpo a sus huesos, además de imponerse por sobre la retórica que no pocas veces debilita la poesía de todos los tiempos: “Los párpados del universo,/ vencidos tras un largo día,/ descienden lentamente hacia el vacío”[10]. Así, concreto, sanguíneo, a veces vehemente, y con la flexibilidad que dicta lo espontáneo advierte la continua reformulación con que las urgencias ciñen su ser individual; reniega de las comunes debilidades y cree firmemente —entre las humanas dudas— en el poder de la palabra para florecer aun en la aridez. El amor y el destino, transformados en versiones de ilisha[11], aunque controlada, buscan el flujo de la interioridad hacia la verdad honda y solitaria, sabiendo que la eterna conjetura que nos hace ciertos secretea entre los versos, pues “…los versos nacen/ en territorios del alma.”[12]


[1] Hirsch, Jorge: “Segundo instante”, cuaderno AquíAllá Nº 3, sin título. Fundación Argentina para la poesía, Buenos Aires, 2000. p9

[2] Hirsch, Jorge: “Retrato”, de “El frágil equilibrio de los cuerpos”, La Luna Que, Buenos Aires, 2005. p9

[3] Op. cit.: sin título. p30

[4] Hirsch, Jorge: “Retratos”, poema IX. Buenos Aires, 1998. p17

[5] Carabelli, Julio: “Retratos”, contratapa.

[6] Op. cit,: poema XVI. p27

[7] Op. cit.: poema XXV. p39

[8] Ídem

[9] Cao, Omar: “Antología Poética Universal 8100”, “Canción”. Buenos Aires, Ed. LLQSCCLB, 1978. p63

[10] Hirsch, Jorge: “El frágil equilibrio de los cuerpos”, sin título. Buenos Aires, La Luna Que, 2005. p31

[11] Ilisha: del gr. melancolía de amor.

[12] Hirsch, Jorge: “El frágil equilibrio de los cuerpos”, sin título. Buenos Aires, La Luna Que, 2005. p65