PUNTOS SUPENSIVOS, de Beatriz Minichilo

Puntos supensivos

12x17, 64 pag.

Poesías (2007).

NOTA PRELIMINAR, por Fernando Sánchez Zinny:


Palabras preliminares

Ocurre que los poetas nunca hacen sino un solo libro, tímida propuesta de ser un día –si Dios o sus sucedáneos quieren– el imaginado y ansiado Poemas, Obra Poética, Poesías completas, etc., compilación de la cual las sucesivas entregas constituyen los cuadernillos que en su momento habrá que coser y encuadernar. Beatriz Minichillo, entonces en trance, quizás, de excesiva juventud sintió el llamado y abordó hace años esa tarea larga, para abrir ante sí, al hacerlo, un inmenso horizonte de aspiración y humildad. Pero tal vez a la espera de impulsos decisivos, de experiencias esclarecedoras, o indicios favorables, se apartó enseguida de esa visión y dio la espalda no a la poesía pero sí a su propia posibilidad poética. Con alegría tuvimos después noticias de que el paréntesis había concluido y de que la caravana se disponía a reanudar viaje. Sin que nada se nos dijera supimos de ese modo que ni los antiguos versos morirían sin dejar rastros, ni las conversaciones reveladoras se perderían en los arenales del olvido, ni las afinidades del alma serían partes indiferenciadas del viento que nos trae y nos aleja.
Ella ha querido poner mi nombre junto con los de Julio Bepré y Constantino Mpolás Andreadis entre los de quienes propiciaron ese regreso a la comarca de la vastedad sin límites y mucho se lo agradecemos, los tres y cada uno de nosotros en particular, en lo que a nosotros toca, por supuesto, y también en nombre de muchos otros afectos coincidentes en ese impensado sostén fraternal, a no dudarlo traducido en charlas, en consideraciones, en proximidades que contribuyeron a exorcizar los demonios de la contención y del escepticismo: de veras se lo agradecemos, pues no es poca cosa enterarse que se ha acompañado a alguien a hallar su destino, que se ha actuado siquiera casualmente en agente de un renacimiento en que vive toda la plenitud que el tiempo decanta en uno.

Beatriz Minichillo ha vuelto, menuda como antaño e igual de delicada y distante. Nada transcurre en vano y mucho menos la incertidumbre. Quien era sigue siendo pero ahora suma a su voluntad de gestos y silencios el aprendizaje sutil que se encuentra a la vera de los caminos. Les pasa a los poetas que el ritmo madura en música y la tensión del anhelo en profundidad reflexiva, deslinde en que las descripciones se tornan tibias y morosas y la morosidad exhala un aroma en el que se concentra toda la sabiduría descendida, toda la irrefrenable nostalgia que origina comprender. Esta transformación que suele sobrevenir en medio del canto, en su caso nos ha sido vedado contemplarla y se nos ofrece hoy como simple circunstancia personal, en la que acaso no repararíamos si no fuese por la especial relación que nos vincula con la autora.

Por lo mismo, es probable que la presente acotación carezca de validez última y sólo la justifique el cariño de encuentros añosos, no obstante su verdor. Por lo demás queda la sugerencia implícita en los “puntos suspensivos…”, válida como promesa de que el afán continúa y de que la voz recuperada se dispone a persistir, ahora al amparo de otras palabras ilustres llegadas por el cauce de un río que nunca se secará. Las referencias al respecto son claras y precisas: un pájaro ha detenido su vuelo en el costado azul de la ventana; el amor existe como recuerdo que no morirá hasta que muramos, que es inasible eco de la voz, en tanto una sonrisa es madreselva, es sol, es ausencia y la mirada parece corresponder a la de un perro perdido.
Señales que bastan para acreditar que no hay en esta poesía sino la agobiadora lealtad que obliga a la rebeldía. Betty es la que es y no hace lo que hay que hacer sino lo que debe hacer. Mentores y talleres son, en un punto ya cercano al retorno, apenas residuos de lo ajeno y como la poeta sabe esto muy bien nos advierte, con consciente mansedumbre, que “no estaría mal alguna disculpa / alguna galletita con sabor a vainilla…”

Pero al expresarlo ya se ha ido, necesaria, forzosamente, hacia la vida que sigue: “Una niña con moños / me tiende los brazos / y me voy tras ella.”
Como dijimos, nada es en vano.

Fernando Sánchez Zinny