PREMIO LUIS FRANCO A CARLOS PENELAS

Carlos Penelas recibió en Catamarca el Premio Luis Franco por su trayectoria como poeta y difusor de la obra de Luis Franco.

Penelas dijo, entre otras cosas, que «agradecía profundamente éste premio, que junto con el que había recibido en el Profesorado en Letras Mariano Acosta, el Premio Arturo Marasso que se entregó una sola vez y lo había compartido con Julio Cortázar, era el premio que quedará para siempre en mi memoria. Por el amor a la poesía, a la libertad, a la cultura. Y por lo que representó Luis Franco en mi formación ética e intelectual.»

El acto se realizó en la Casa Caravati, y recibieron premios personalidades de la cultura catamarqueña, el plástico tucumano Enrique Salvatierra, la diseñadora Manuela Rasjido y Maria Kodama, por su labor en difusora y protectora de la obra de Jorge Luis Borges.

Se pondero el trabajo de Hugo Diamante, presidente de la Fundación Luis Franco por su capacidad de trabajo, su amplitud de criterio y el esfuerzo permanente por difundir  lo mejor de la cultura de Catamarca y del país en Catamarca.

Luego, Penelas dio una clase abierta en la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Catamarca, en donde se refirió a su obra poética, y a la de Luis Franco.

VENTANA A LA POESÍA, por ALFREDO MAXIT

Tercetos de Ricardo Rubio

Tercetos de Ricardo Rubio

TERCINAS, DE RICARDO RUBIO

El autor nació en Buenos Aires y ha publicado poesía, narrativa, ensayo y teatro en una treintena de libros. En su “Nota preliminar” –una bellísima página sobre la obra y sus instantes creativos- Rubio nos aclara que las “tercinas” son “tercetos asimétricos, hasta ayer dispersos” que ha resuelto reunir en un libro de poesía brevísima. Y reflexiona, dirigiéndose al lector:

“Admito la sensación de agobio que puede provocar una lectura interrumpida de más de una docena de estas tercinas de variada índole y tono fugaz, que en algunos casos puede invitar a la recapitulación, pero me expía muy personalmente la emoción de su hechura. A modo de susurro, puedo confesar que estas entradas a lo perplejo, aun con el dramatismo que acentuó cada instante, son acompañadas ahora con un raro contento.”

Ricardo Rubio

Ricardo Rubio

 

Siguiendo las palabras del autor, les transcribo -en esta primera nota- 12 tercinas, 2 o 3 de cada una de las partes –Área de luz, Teopea, La palabra, Sol mayor y Nos otros- en las que las ha agrupado su autor.

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Mañana

Otro día

en el que lucharé

para seguir siendo el mismo.

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Prórroga

Hoy

no pude morir

ni ser perfecto.

 

Sendero

Todos los pasos

me llevan

al interior de mi casa.

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De la fugacidad

Sitiado entre segundos de arena,

el tiempo

es una sustancia que arde.

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De lo bueno

Cada día caminamos

el resto de la tarde

por primera vez.

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Torpeza

Muchas veces

la garganta cierra las vocales

y abre la desdicha.

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Poesía

La magia existe:

la razón

nos ha mentido.

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Piel

¿Qué más

puede dar un mortal

por un puñado de estrellas?

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Cosmos

Vine a vivir

y no tengo tiempo

más que para nombrarte.

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Amor

Es un misterio

la sed,

se tiene y basta.

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Cacería

Ajusto las ideas

y salgo hacia la noche

para enfrentar el miedo.

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De la política

Se echa agua

a los vidrios.

para lavar el mundo.

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Si vuelven hacia el fragmento de la nota preliminar, encontrarán que Rubio ha anticipado el tema general de su poemario: “estas entradas a lo perplejo”.

Cada parte, además, lleva un texto orientador:

Casi todo/ tiene gusto a respirar. Me aturde la sombra/ o la idea de lo quieto. Vuelo/ para no caminar. Alguna mujer/ que es todas. Hice una ciudad/ para tener propósito.

Apuesto a que más de un poema provocará en cada lector sus propias rumias.

Alfredo Jorge Maxit

Alfredo Jorge Maxit

JUAN L. ORTIZ por GRACIELA WENCELBLAT (†2013)

Juanele Ortiz

Juanele Ortiz

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Juan Laurentino Ortiz -conocido familiarmente como Juanele- nació el 11 de junio de 1896 en Puerto Ruiz cerca de Gualeguay  y murió el 2 de septiembre de 1978.
¿Qué es vivir poéticamente? ¿Es posible la conjunción de vida y obra?
Juanele delgada figura, su andar como entre flores, su levedad y frescura que le conferían al rostro la dulzura e inocencia primordial sentía la creación como una totalidad desvalida. Era capaz de dolerse por la más insignificante de las criaturas.
Hermandad que se ve ya en su primer libro “El agua y la noche“:
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He sido, tal vez, una rama de árbol
una sombra de pájaro,
el reflejo de un río.
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Juanele no declama, no exhorta, él es su propio discurso vivo y celebrante.
En una entrevista concedida en 1973 ratifica esta actitud : «El poeta tiene una responsabilidad y su vida debe ser una respuesta; tiene que ser auténtico como él pretende que sea su poesía, que responda a lo que él siente más profundamente  y quiere para los demás. Poesía y vida deben unirse a través de algo que esté operando y de lo que se es responsable».
Para Ortiz la poesía es presente, se vive -como diría Borges- en la eternidad del presente, en la felicidad de esa posesión del paisaje:
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Señor, esta mañana tengo
los párpados frescos como hojas
las pupilas tan limpias como de agua,
un cristal en la voz como de pájaro,
la piel toda mojada de rocío,
y en las venas,
en vez de sangre,
una dulce corriente vegetal.
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Este presente no es intemporal, retiene lo perenne y lo jubilosamente  mutable pero hay como hubo en la vida de juanele un fuerte compromiso ético hacia el hombre y sus circunstancias históricas:
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El mediodía es dulce como el sol.
Sol de jardín tan suave hasta las 3,
Pero los fantasmas ensangrentados de los pueblos
Que se levantan  de los diarios…
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En el aura del sauce, de Juan L. Ortiz

En el aura del sauce, de Juan L. Ortiz

Hay una cuestión central en la obra de Ortiz: durante toda su vida escribió un solo libro En el aura del sauce, compuesto por trece poemarios escritos durante cuarenta y seis años (1924-1970).
A través de toda su obra hay un sentido de vitalidad, existencialidad, libertad y amor.  Es el artista quien entrelaza lo sublime con lo cercano con la naturaleza la hormiguita que lleva su carga el agua que susurra el campo que llora con el rocío mañanero. Ortiz pretende hacer descubrir en lo pequeño aquello de grande y trascendente que contiene, sin lo cual no habría sólido sentido en el mundo del hombre.
Era dueño de una formación literaria envidiable. Rilke, Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado, Mallarmé, Pound, Eliot, Maeterlinck, Tolstoi, entre una lista interminable de autores, fueron sus inseparables compañeros junto al sereno transcurrir del río Gualeguay. No obstante, o precisamente por ello, su primer libro “El agua y la noche”, selección de poemas manuscritos, apareció recién en 1933, gracias a la insistencia de Córdoba Iturburu, César Tiempo y, especialmente, de su gran amigo Carlos Mastronardi. El diálogo con Mastronardi le permitió profundizar la música ir venciendo la timidez y el descreimiento de sus propios versos.
Estas vacilaciones y demora en publicar constituyen la ceremonia preparatoria de una poética que se abrirá después al mundo en una mirada piadosa y cósmica. Porque Juanele fue poeta  antes de llegar a la palabra, vivía en un estado de gracia contemplativo ,con la distracción del embeleso volcado a advertir los secretos de la naturaleza.
Hay en Ortiz influencia de doctrinas religiosas orientales como el taoísmo, inclinación por poetas chinos maestros japoneses del haiku, el zen.
En la obra orticiana hay un principio similar al tao pero a diferencia de éste no acepta la inmovilidad  ,admite la moral humana es capaz de abrazar una ideología política en la persecución de esa armonía musical en la que flotaremos al llegar al límite de nuestra experiencia humana.
“Yo no creo que uno pueda ser feliz y pasar el límite-es decir  morir-, sin haber encarnado una cierta unidad” dijo en una oportunidad y nos invitó a ser fieles a nuestra conciencia y no renunciar a nuestras realizaciones más puras :
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Para que las cosas no sean mercancías
Y se abra como una flor toda la belleza del hombre;
Iremos todos hasta nuestro extremo límite,
Nos perderemos en la hora del don con la sonrisa
Anónima y segura de una simiente en la noche de la tierra.
(De «Para que los hombres» de «La Rama hacia el este», 1940.
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“The old poet is a tramp” que  sobrevuela  por sobre la disputa o la reconciliación con la intemperie. Estas palabras son de quien sabe y ve.
Dicen y muestran mientras hacen su camino bajo el silencio en la tierra. El poema es un exilio de las palabras. Tiene la lucidez del hombre que se atreve a extraviarse con su escritura en zarpas y sin avidez dibujado casi como con una ramita sobre la arena , con silencio antes que con palabras con huellas antes que con tintas como buscando en la caligrafía la transparencia, una nitidez cuya fuerza no es la condensación sino el expandirse..
Su poesía es un intento de reconciliarse con los vacíos negros, lo indecible,
Las presencias reales, la muerte.
En otras palabras, un elogio de la vida.

Graciela Wencelblat

Graciela Wencelblat (†2013)