SONETOS (1983-1995), de Daniel Ibarra

Snetos de Daniel Ibarra

14x20, 148 pag.

Sonetos 1983/1995 de Daniel Ibarra, con estudio preliminar de Ricardo H. Ruiz (1999).

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NOTA ACERCA DE ESTA EDICIÓN

Esta edición comprende ochenta y siete sonetos de Daniel Ibarra, que pertenecen a cuatro de sus libros: En nombre de la mar y sus sirenas (1983), Puerto de La Paloma (1985), Embelecos, fantasmas y quimeras (1987) y De palabras, palabras y palabras (1995). Se ha respetado esta distribución y sólo se le ha agregado a cada soneto una numeración correlativa en números arábigos (para diferenciarla de algunas numeraciones originales) en el margen superior derecho.
Como sólo algunos sonetos tenían título, a los efectos del índice, se ha procedido de la siguiente manera: todos los sonetos aparecen indicados por el número correlativo asignado y debajo del mismo la primer línea del soneto. En caso de que el soneto poseyera título, éste aparece a continuación del número correlativo. Es decir, que en todos los casos, independientemente de que poseyera título o no, se transcribe la primer línea del soneto. En el caso de los sonetos 4 y 5, dedicados «A quien no zarpó», y numerados I y II, se ha considerado esta dedicatoria un título.
Ricardo H. Ruiz

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PRÓLOGO de Jorge Luis Borges a
EN NOMBRE DE LA MAR Y SUS SIRENAS – LIBRO I

El soneto no es el menos extraño de los dones que debemos a Italia. A primera vista, un esquema de catorce versos endecasílabos que riman entre sí parece a la vez rígido y casual y promete poco. Ese diagrama, sin embargo, encierra una magia. A partir de principios del siglo trece, son casi innumerables los artífices –Dante, Milton, Lope, Rilke, Verlaine- que han repetido ese modelo sin perder su voz íntima. Imitar otras estructuras es correr el albur de ser un eco; el soneto, en cambio, es una suerte de incesante Proteo.
De las formas del soneto –la itálica, que exige dos cuartetos y dos tercetos; la inglesa, de tres cuartetos y un dístico- Daniel Ibarra ha optado por la primera, la más difícil. Requiere cuatro rimas, no dos. El nombre endecasílabo de este libro, que es también el último verso del último soneto, define el vasto y múltiple tema.
Desde el principio, el mar está resonando a lo largo de la poesía de los escandinavos y de Inglaterra. Las metáforas habituales de la Edad Media fueron el camino de las naves, el camino de la ballena y el camino del cisne. En Francia el mar, como tantas otras cosas, es de Hugo. De Hugo y de Rimbaud. A diferencia de Portugal, nación de navegantes, España nos parece insensible al mar. Luis de León siguiendo a sus latinos, escribe:

Ténganse su tesoro
los que de un flaco leño se confían;
no es mío ver el lloro
de los que se desconfían
cuando el cierzo y el ábrego porfían.

Baltasar Gracián opina que un barco no es otra cosa que un ataúd anticipado.
Hablé del mar. El mar de este libro es el mar de Ulises y de Simbad, pero es también una mujer, nuestras vidas, un laberinto, una tempestad, un origen, la incertidumbre del azar y la secreta decisión del destino. Cito, al pasar, una de las tantas estrofas que la memoria no dejará caer:

De una arena distinta es mi jornada,
sola es el agua y ancho el pensamiento.
Para que el ansia sea nacimiento
al sueño abierto voy, voy a la nada.

Para la vista y para el oído, un determinado número de poemas, de apasionados y precisos poemas, forma este libro. De hecho, las partes son el todo, y cada parte es una faceta del todo. Los muchos mares son el mar.
Acaso sin saberlo y sin proponérselo Daniel Ibarra ofrece a nuestro tiempo la dicha singular de lo épico. La poesía nació con la epopeya: vuelve aquí a sus raíces.
Jorge Luis Borges
Buenos Aires, 27 de setiembre de 1983