MONODIAZUL – JOSÉ MARTÍNEZ-BARGIELA – Apostillas de los amigos

14x20, 68 pag.

Apostillas de algunos amigos de José Martínez Bargiela: Luis Raúl Calvo, Jorge Luis Estrella, Susana Fernández Sachaos, Carlos Kuraiem, Susana Lamaison, Graciela Maturo, Alberto Luis Ponzo, Ricardo Rubio, Andrés Utello, Antonio Requeni, Manuel Cao Corral, Carlos Enrique Berbeglia, José Luis Álvarez Fermosel («El caballero español»).

Notas y comentarios (2011). Arte de tapa: Caricatura de José Martínez-Bargiela de Sciamarella.

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José Martínez-Bargiela (España, 1921- Argentina, 2009)
«Un artista non só é libre cando renuncia ao público masivo, un verdadeiro artista necesita ser un grande e honorable ser humano. Tal foi o caso de José Martínez-Bargiela.» (Ricardo Rubio)

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JOSÉ MARTÍNEZ-BARGIELA
Bibliografía

Poesía:

Poemas al sur de Finisterre (Edigraf, 1982).
Poemas al este de nuestras Rías (Edigraf, 1983).
Poemas al noroeste del río Miño (Edigraf, 1983).
De las fuentes al tiempo (Edigraf, 1984).
Veiramar y El libro de los soliloquios (Lacethia, 1985).
Faros de luz y sombra (Carollo, 1985).
Meandros para  un retorno (Carollo, 1986).
En tránsito de lunas (Platino, 1987).
Los restos de un cometa (Lacethia, 1987).
Responso para una balada (Carollo, 1988).
Requiem para un canto patagónico de ausencias, ilustrado por Pier Cantamessa (Platino, 1989).
Buenos Aires vertical hacia los puertos (Platino, 1991).
Travesía atlántica de un imaginario poeta negro (1992).
Máscara de los Andes (Platino, 1993).
Hojas de palisandro (Nueva Generación, 1997).
La novia del navegante, cuyos versos inspiraron la Cantata «Alusiones», música y orquestación de Mario Cosentino.
Los ávidos laureles (Sociedad de los Poetas Vivos, 1998).
Diario de bordo: libro de bitácora (La Luna Que, 2002).
Fragmentos de la noche (La Luna Que, 2003).
El escultor (La Luna Que, 2004).
Abismo de ausencia (La Luna Que, 2005)
Nudos de sombra (La Luna Que, 2006)
El navegante / O navegante, edición bilingüe gallego castellana (La Luna Que, 2009)
Monocordia, póstumo (La Luna Que, 2010).

Narrativa:

El crimen de los carboneros, cuento (La Luna Que, 2006).
Yo, el esmoquin, novela (La Luna Que, 2008).

Algunas antologías que recogen fragmentos de su obra:

Premios Nicolás Guillén, Poetas argentinos contemporáneos, Premios Leopoldo Lugones, Centro de Letras San Telmo, Veinte voces destacadas, Piedra de sol, Libro de bitácoras (El editor americano), Hágase la poesía (El editor americano), Semillas y frutos (El editor americano), Diccionario Hispanoamericanos Contempo-ráneos (El editor americano, sel. Oscar Abel Ligaluppi), Poetas argentinos Contemporáneos (Tomo V, Eleusis, sel. Nina Thürler), 18 poetas argentinos de fin de siglo (Eleusis, sel. Nina Thürler), Antología Grupo Zahir 1996 (Sel. Liliana Díaz Mindurry), Antología homenaje a Arturo Cuadrado (Botella al mar, sel. Alejandrina Devescovi), Poesía hacia el nuevo milenio (Tomo II, La Luna Que, sel. Ricardo Rubio), Café literario de Buenos Aires (Comp. Josefina Arroyo y Patricia Bence, Poemas a Nai (Galicia, sel.Xesús López Fernández), Dársena Sur (Servilibro/La Luna Que, Paraguay, 2004), Tinta Buenos Aires (Cuentos, La Luna Que, 2004), Las voces que somos (La Luna Que, 2005), Icosaedro (La Luna Que, 2007), Testimonios del presente (La Luna Que, 2008).

EL CRIMEN DE LOS CARBONEROS, de José Martínez-Bargiela

12x20, 28 pag.

Cuento (2006).

EL ESCULTOR, de José Martínez-Bargiela

El escultor

14x20, 76 pag.

Poesía (2004).

EL ESCULTOR de José Martínez-Batgiela

Acerca de «El escultor», el libro que nos reúne esta noche, quisiera esbozar un vuelo rápido, sobre lo que seguramente Graciela Maturo indagará con la agudeza a la que nos tiene acostumbrados. Sólo haré una composición de lugar.

Es en Egipto donde nacen nuestra civilización y nuestros arquetipos, de él tomaron sabiduría los griegos, los hindúes y los romanos. Allí se dieron los encantamientos de la prodigalidad cultural y los roces más civilizados de la tierra, mientras el resto del mundo era aún bárbaro -salvo China, pero esoa es otra historia-. Decía que el modo Egipto ha servido de modelo universal, ha dado formas y símbolos, a través de los distintos imperios occidentales, a la mayoría de los núcleos de convivencia contemporáneos.

Una parte de su historia, la regida por el faraón Amenofis IV (Aknatón: «el que es grato a Atón», s. XIV a.C.) es la apoyatura para la descripción de las intrigas palaciegas, que José Martínez-Bargiela quiere exaltar, tanto en las disputas del poder como en las intrigas de amor y, entre esta últimas, el oculto deseo que atormenta a Thutmés, escultor que ama en silencio a su modelo: la bella Nefertiti, su faraona.

José Martínez-Bargiela, encantado por la riqueza de un arcano apenas visible entre las brumas del pasado, crea una alegoría que rebasa los límites de la anécdota. La doble temática, política y pasional, da cuerpo a este canto de tono épico de poderoso contenido emotivo. Suscitativa, la negación del amor se impone a la historia social y resulta en paradigma de todo deseo que enfrente la imposibilidad.

El escultor, descripción y crítica de comportamientos que no han cambiado en milenios, señala los males capitales que nos acechan. Un lenguaje rico, fiel al acerbo clásico del autor, atiende la hondura de los temas y nos lleva de la mano por una época que es todo el tiempo.

Ricardo Rubio

NUDOS DE SOMBRA, de José Martínez-Bargiela

Nudos de sombra

14x20, 100 pag.

Poesía (2006).

PRESENTACIÓN, 23 de octubre de 2007.

Alguna vez dije que la poesía de José Martínez-Bargiela es el resultado de una limpia espontaneidad creadora.

Decir espontaneidad creadora no haría poca diferencia con la actividad de cualquier otro poeta verdadero, pero decir limpia espontaneidad creadora habla de una necesidad “visceral” que está más allá de poses, afectaciones o fingimientos. La voluntad, en nuestro poeta, se entrega servicio de la reflexión y se prolonga con naturalidad sobre el papel.

Toda una vida de sus muchas vidas, toda una experiencia de sus muchas experiencias es este Nudos de sombra, los nudos de la identidad y los nudos del muro filosófico, que son quizás la materia prima de la poesía, nutridos de sensaciones y exaltaciones, del sabor de los prados, de la belleza de los cuerpos, también de la injusticia, de las pérdidas, de las distancias. Los interminables recuerdos traen a cada presente su voto de palabras, su inmortalidad.

Pese a que se opina lo contrario, no es difícil de comprender la poesía para los que poco la frecuentan, difícil es comprender por qué un hombre escribe poesía; no es difícil acercarse al concepto que encierran las palabras extendidas a lo largo de los versos ya que bastaría sólo proponérselo, lo difícil es acercarse al núcleo motor que las provoca, ¿qué hace que un ser humano sienta la compulsión de la palabra poética? En José Martínez-Bargiela no hay preocupación por este punto oscuro, sólo escribe… Y logra así el despojo de toda tiranía intelectual; recibe el dictado y ya; oye las palabras y allí van. Amigos, esa circunstancia, ese resultado, es lo que entiendo por talento.

El talento no puede someterse, no puede doblegarse, no puede ser comprado ni vendido; el talento es una llama que se enciende en alguna de las disciplinas que maneja nuestra psiquis y se solaza en ella. Y José tiene holgado talento poético para traducir esa melodía que oye en silencio y el talento de plasmarla en un papel.

No sólo su vocabulario, su caudal preceptivo o su memoria encienden este juego de servir al gusto y al lenguaje. Quien lo conoce bien, sabe de su compostura, de su temple humanístico, de su honorabilidad, de su prudencia y sensatez; y también de sus nociones y profusos conocimientos aprehendidos de la vida y de la lectura. Raras cualidades que pocas veces se reúnen en una sola persona, y de ellas, sólo unas pocas son capaces de llevarlas al papel impreso con igual o parecida suficiencia.

En José Martínez-Bargiela cobran mayor sentido las palabras de Abelardo Castillo que dicen “escribo para no morir de realidad”.

Ricardo Rubio

ABISMO DE AUSENCIA, de José Martínez-Bargiela

Abismo de ausencia

14x20, 100 pag.

Poesías (2005).

DIARIO DE ABORDO: LIBRO DE BITÁCORA, de José Martínez-Bargiela

Diario de a bordo: libro de bitácora

13x19, 24 pag.

Poesías (2002).

José Martínez-Bargiela

El poeta gallego José Martínez-Bargiela escribe cuento, novela, ensayo y traduce obras literarias del inglés. Su obra es el resultado de una limpia espontaneidad creadora, una cosmogonía reflexiva que brota de caminos recorridos, que son muchos, y la atención aguda, no sólo resumida por los roces particulares, sino también por los sucesos sociales. La actitud templada y la profundidad de análisis, innatas o intuitivas, le permiten aislar cada momento, reduciendo el fenómeno a su estricta esencia, y presentarlo con una nitidez casi material desde un ángulo sorprendentemente lúcido. José Martínez-Bargiela reúne las condiciones que son fundamentales para andar la poesía: la necesidad, la intuición y el talento, incontingentes de la función poética. El trabajo constante en la manifestación más pura de una lengua, que es la poesía, se ve enriquecido por la amplitud de su lenguaje: un castellano que carga con todo su caudal de formas y significantes, sin desvirtuar su esencia por influencias de lenguas traducidas.

Las actitudes y comportamientos de las relaciones sociales lo preocupan. Entrevé con facilidad las redes simbólicas de la hipocresía, pero también la amable y dilatada perspectiva de muchos hombres y el escueto camino que algunas veces los enfrenta a la imposibilidad. Pero no concilia ni con lo profético ni con lo onírico, indaga libre de imitaciones serviles, crea un camino propio entrando de frente a las paradojas de los lazos y las dudas. Por eso dice:

Un artista no sólo es libre cuando renuncia al público masivo, un verdadero artista necesita ser un grande y honorable ser humano. Tal es el caso de José Martínez-Bargiela.

De su obra poética:

Poemas al sur de Finisterre

Poemas al este de nuestras rías

Los restos de un cometa

Faros de luz y sombra

En tránsito de lunas

Responso para una balada

Réquiem para un canto patagónico de ausencia

Buenos Aires vertebral hacia los puertos

Travesía atlántica de un imaginario poeta negro

Máscara de los Andes

Hojas de palisandro

Los ávidos laureles

Fragmentos de la noche

El escultor

Abismo de ausencia, entre otros.

YO, EL ESMOQUIN, de José Martínez-Bargiela

Yo, el esmoquin, novela de José Martínez-Bargiela

14x20, 220 pag.

Novela.

EL  HOMBRE  CALLADO QUE  RIGE  Y  OBSERVA

Poeta de médula, José Martínez-Bargiela ha compuesto este trabajo sin olvidar los recursos líricos que lo han caracterizado a lo largo de sus numerosos poemarios; pero ya en “El crimen de los carboneros” —el largo cuento que ha editado— pudimos estimar el encanto de su rico lenguaje narrativo. Su inclinación a las alusiones, sus registros comparativos, sus recursos, juegos verbales y licencias parecen no ceder a la palabra costumbrista, tan profusa en jóvenes autores; acometen contra la corriente existencialista y deconstructiva.

En este enorme ejemplo de los alcances de una lengua, José Martínez-Bargiela fragua, en la argumentación de la historia, la voz de una conciencia que se ha librado de la prisión del cuerpo que la sometía y que dicta, desde el atuendo, las beligerancias sexuales, los entresijos del desamor y los deseos de poder de una clase opulenta que ha perdido el rastro y que, posiblemente, ignore que el camino existe; se trata de un esmoquin que hizo identidad con su portador.

El esmoquin de un maitre d’hotel puede ser una atalaya desde donde se otea el derredor en amplio espectro, símbolo y armadura cuya cota de tela asegura un “buen pasar” y la seguridad de la discreción en la que pueden cobijarse los dudosos comensales, los exóticos pasajeros de un hotel cinco estrellas e incluso los “termitas”, que a menudo invaden los salones de una fiesta que no les es propia con el fin de codearse con la “gente bien” y propinarse el atracón de manjares a los que sus bolsillos no alcanzan. Considerado por los pomposos solemnes, el esmoquin del maitre principal es la investidura cabal de lo  “correcto” y del “deber ser”. Espectador de primera fila, es el diligente profesional a cargo de una multitud de serviciales oficiantes festivos, ingenioso para estructurar enmiendas, para correcciones de apuro, para soluciones inmediatas; poseedor del mutis, de la bilocación, de múltiples y ajenos secretos, y de infinitas triquiñuelas gastronómicas.

Pero, ¿qué encierra ese atuendo elegante y gentil sino el cuerpo de un hombre que puede no estar de acuerdo en todo lo que hace y permite, aunque concilie por deber con las “costumbres” de las altas esferas al solo efecto de conservar su trabajo?

Más allá de la larga aventura que despliega Yo, el esmoquin a lo largo de cincuenta años en funciones, aparece la mirada crítica del quien lo luce, el hombre callado que sólo observa y que dicta los modos y el protocolo a seguir. Ese hombre piensa, conjetura, recoge y preserva todo lo que ve, en el silencio de su memoria. Y es precisamente la memoria la voz cantante de esta novela; a veces, desde el atavío; otras, desde el portador.

En la ficción del largo relato, el esmoquin y su amo revisan los recuerdos y seleccionan los pasajes más divertidos, los más descarados y quizás los más agónicos, ya no con el hermetismo que aconseja la formalidad, sino con la vehemencia con la que se defienden los valores íntimos y los juicios subjetivos, con la dura crítica que la realidad de los hechos confronta objetivamente: el derroche y el hambre, el vicio y el sometimiento, la vanidad y el respeto, la soberbia y la humildad; contrastes de una misma especie que, a pesar de sus diferencias sociales, está sometida a las mismas necesidades básicas: la salud, el amor y el respeto.

Son estos algunos de los temas que atraviesa el derrotero del esmoquin, a los que se suman los engaños, la codicia, la gula, el abuso de poder y la abundante lujuria. Un camino de la manga a la belle époque.

Ricardo Rubio