DE LENGUA Y LITERATURA y POEMAS DE AQUÍ Y AHORA, de Alfredo Jorge Maxit

14x20, 76 pag.

Poesía (2001).

PRÓLOGO, de Ana Lía Torre Obeid

El único valor de escribir sobre lo que otros escriben es el de orientar la lectura de sus obras. Entiéndase bien: abrir caminos solamente para una lectura más detenida. Sucede que cuando se trata de poesía – y, además, la poesía de Alfredo Maxit -, el comentarista parte de la certeza de que hay más luces en la obra de las que podrá ver; luces sobre las cuales no conseguirá advertir a los futuros lectores con cuyas miradas, precisamente, se activarán las muchas vertientes de significación que el libro precipita. Por lo tanto, ésta será sólo una tentativa de aproximación, una búsqueda con la convicción de que el poema es fuente de revelaciones.
Como en una arqueología de la palabra poética, recuperamos con Maxit la poesía celebratoria. ¿Y qué celebran estos versos en plena Edad del Barro ensangrentado? No ciertamente, el progreso ni la abundancia… ni la plenitud de los hombres y otros frutos…Esta obra celebra lo que queda. Celebra los refugios en medio de la intemperie, aludida por Juan L. Ortiz en el segundo epígrafe.
El primer refugio: el de las palabras que los padres dijeron antes. Se trata, por un lado, del padre en sentido estricto, que le leía versos al poeta y, por el otro, de los padres de la literatura hispánica (el registro de los intertextos es nutridísimo), quienes le ofrecen el amparo de un diálogo extendido aun más allá de la primera parte del libro, sugestivamente  titulado DE LENGUA Y LITERATURA. En ella, el poeta se apropia de los fragmentos más amados de textos que, como lector y profesor, ha frecuentado hasta la recreación. En una concepción post-borgiana de la autoría, Maxit toma posesión de los versos de sus autores preferidos y los incluye en sus poemas en una gozosa resignificación.
El segundo refugio: el del ser, presente e invencible, al que el poeta tiende un cerco entre ausencias sociales y debilidades individuales. Son los Poemas de aquí y ahora, una circunstancia trágica en la que el yo poético inscribe su camino histórico sin perder la certeza del trazado superior, divino.

DE LENGUA Y LITERATURA

Las composiciones iniciales siguen el orden de enunciación del título de esta primera parte. Comienzan los poemas sobre la lengua castellana, a la que el epígrafe de Dámaso Alonso llama tesoro de heredad. Hay composiciones que parecen lúdicas, como Modal, que se va escribiendo, por un lado, en la denotación estricta de los modos del verbo con que se expresa el deseo (que sea…. hubiera sido..), apelando a un certero metalenguaje; y por el otro lado, establece un contrapunto con los versos del epígrafe de Rubén Darío: …y el pesar de no ser lo que yo hubiera sido…. Al mismo tiempo, en este doble alarde de oficio de escritura, se va inscribiendo la connotación de una nostalgia. La obra alcanza, en estos momentos, un grado sumo de sugerencia, categoría fundamental de la lírica. El autor convoca e integra en su hacer poético al lector, y éste se hace parte necesaria de la recomposición del poema cifrado.
Otro aparente juego de escritura, como Las coplas, acaba siendo registro de la historia de la poesía tradicional iberoamericana, su transmisión, sus recursos y la permanencia en el cancionero infantil.
Desde un ángulo diferente, Clase de lengua, nos propone pensar sobre el origen de la percepción del mundo a través de las formulaciones del idioma. En él, la meditación sobre las categorías gramaticales, reedita la invención del universo por la palabra creadora:

Prodigio de la lengua y del habla
que nos devino el ser a ti, a mí,
a ella, a él, al ello,
a nosotros,
                   frágiles pronombres.

El diálogo con la literatura didáctica, frecuentada desde muy temprano, no acaba. Son poemas como A Gonzalo de Berceo, cuyo epígrafe es levantóse un ángel e disso: Io so testigo (Milagro XI), los que revelan el cuño religioso y literario del más selecto linaje que esta poesía ostenta.
El poeta se expone; muestra su intemperie, aquella a la que aludió de diferentes maneras desde el comienzo. Invoca a Berceo como intermediario de su salvación, y el lector no puede sustraerse a la evocación de Dante apoyado en Virgilio.
Es la reaparición bajo otra especie de esto que subyace y aflora de tantas maneras en la lírica de Maxit: la palabra nos salva, sus grandes autores nos guiarán al buen fin.
La intertextualidad intensa de la primera parte de este libro, excede lo  literario. No es gratuito que el poema a Berceo comience con los nombres (de Nuestra Señora) y que, por ambigüedad de nuestra lengua en general y de la lengua poética en particular, al decir hoy me subo a sus árboles podamos interpretar no sólo que alude a los milagros de Nuestra Señora, sino a la propia cadencia de la cuaderna vía del poeta. Como si a la Salvación que pide -no a la Virgen, curiosamente, sino a Berceo con cuya invocación empieza- se accediese por el lenguaje laudatorio, ritual en el que la poesía de ese autor y aun la de poetas más heterodoxos cifra los instantes de revelación.
Buscados momentos del gran consuelo en medio de esa fragilidad que se va perfilando como una especie de indefensión estructural, cuya raíz es del plano de los hombres y se denuncia en poemas como Descansada vida, en  el que se entrecruzan voces de varios poemas de Fray Luis y alusiones a su sufrimiento en la cárcel y también se inquiere sobre la paz del mundo en una pregunta tan retórica como acusatoria:

¿Cuándo será que pueda
el soplo humano
– en esta alma región
de luz y lágrimas
y de la asida costumbre
roto el ñudo
– no se diga morir -,
                   vivir en paz?        

Pero el sentimiento cristiano del poeta es profundo y, no bien acaba de sesgar esta crítica, hace su mea culpa en el Canto desnudo dedicado a San Juan de la Cruz , que ya constaba en En tu hermosura, de 1991.
En diálogo con el gran místico de España, confiesa no haber vivido la plena esperanza, la total entrega; pero no deja su puesto junto a la cruz…
El homenaje a los maestros contemporáneos se evidencia en el Reverso Conjetural, antes aparecido en Entreluces, de 1996.
Retomando ese paradigma de las letras argentinas y del destino del sur, que es el Poema conjetural de Borges, y en directa alusión a la dura continuidad de pantanos y atropellos a la ley, en que Laprida reconociera su sino, Maxit enuncia la muerte de América a manos de los nuevos bárbaros.
El poema Ella es notable por las connotaciones: parte de un referente literario (retoma el homónimo de Juan L. Ortiz de El  alma y las colinas, 1956),  en el que ella, siendo el don absoluto y la ternura, como la esposa bíblica despierta y con una lámpara en la mano en el centro mismo de la noche consigue -en el poema de Ortiz- mantener el infinito a su lado y el presente en el confín. Pero Maxit establece un intenso contraste porque ahora ella es una criatura reciente de débil papel que se precipita en la explosión de los versos finales. Lo bíblico más sublime es evocado en las visiones del oprobio, como una bomba que atomizara en caos la armónica unión mesiánica negada desde el interior, implosionada,  por un sin:

Ella  ha venido.
Desnuda ha venido
               a quedarse
               sin
                                                  lámpara
                    noche
                                             centro

                                  espera

Las consecuencias expresivas de este final merecerían un estudio aparte, ya que cada verso/palabra se resignifica en función de la disposición gráfica del conjunto.
En Por el poema, ese mismo recurso visual-verbal, que tanto trabajaron los concretistas brasileros, dibuja sobre la hoja una poesía sobre la poesía…. Metalenguaje y diagrama se conjugan para hacer surgir el sentido de una doble escritura: horizontal y vertical. Así se revelan los atributos salvíficos del poema que la Eva eterna busca entre las hojas intentando descubrir lo que se cifra en espejo e imagen y ha de redimirnos de la inicial caída:

                                Eva
                                andaba
      anda entre las hojas
               por
                 alcanzar
                 el fruto desnudo
                 poema

       templo   espejo   paraíso
       verbal    iluso     breve

                 para
                       caídas

En el camino poético de este libro, esos poemas son como topónimos que correspondieran a estaciones principales en el gran Vía Crucis del mundo, que se completará en la segunda parte de la obra:
– la inminente revelación de lo sagrado
– la búsqueda de la Esperanza
– la urgencia del Amor
– la pérdida de la Paz

POEMAS DE AQUI Y AHORA

Se diseña en esta segunda parte el camino de la intemperie a solas… Si antes Berceo, San Juan, Borges, León Felipe y tantos otros habían sido los sostenes de este yo en trance de recorrer el mundo y sus contradicciones, aquí y ahora está el alma sin compañía y dilacerada porque los datos de la realidad son inconciliables con la conciencia del que cree y ama.
Pero fue dicho que este libro abre el espacio lírico de los posibles refugios a los que el yo se aferra mientras, en este aquí y ahora, comienza su peregrinaje por las circunstancias.
Por eso se establece una correspondencia entre el sabio epígrafe de Mateo 6,34 (No se inquieten por el día de mañana; el mañana se inquietará por sí mismo. A cada día le basta su aflicción) y el primer poema, Biografía. Correspondencia en que la palabra poética -hipérbole biográfica de la carne- se yergue como un puente, como la posibilidad actual de establecer, en medio de la aflicción, un ámbito verde sonoro. La aflicción de cada día que el evangelista menciona es afirmada en el espacio lírico como la potencia del ahora. Son posibles redenciones efímeras, que tal vez salven al hombre en la historia mientras no llega la redención definitiva.
Como en una versión inversa del famoso cuán largo me lo fiáis del Don Juan de Tirso -que se jactaba de la lejanía del castigo que le advertían- este yo es quien advierte sobre la lejanía del paraíso prometido al cual el hombre debe acortarle los plazos optimizando los días: acéptalo:/ no están en las manos/ las inmensas cosas (Si pierdes); éste es el paraíso/ en que deviene el hombre…(Beatus ille); cúmplete todos los posibles/ que el cosmos no dispone/ de otro sitio. Éste es para ti./¿Después?/ es una idea, un desvío,/ un invento sin patente,/ ahora (Mientras viajas).
Esos refugios. Sí, esos frágiles refugios en los que el yo toma aliento para encarar la cruda intemperie: la de los Chicos de la calle, la de las pesadilla no soñadas en los días de persignaciones (Petición), del cielo que ya nadie mira (La espera), de la gravedad -léase catábasis, descenso- que inhibe los músculos (Decisión verbal).
Hasta que en ella surge, redentora, una esfera gratuita de luz (Reverencia), una Canción cíclica, unos relámpagos de amor sobre la nada (El más fuerte) o los resplandores que encienden el cielo por el Ser que vuelve (Metáfora del Viernes)…
Y, entonces, este AQUÍ Y AHORA, via crucis cuyos topónimos se iluminan al rojo vivo, se cierra con un poema positivo, afirmador del seguro refugio: el paraíso de la creación por la palabra poética:

COMO PARÁBOLA

Vino el Sembrador. Arrojó las semillas.
No faltaron tormentas ni lunas.
Nacieron – no todos – los árboles.
Las ramas abrieron los verdes abrazos.
Llegaron – no siempre –
las aves, las flores, los frutos.

Al reino de los cielos se parece
el intento solar de la Poesía.

En POEMAS DE AQUÍ Y AHORA, Maxit compone cada poema con concisión y cada parte de manera orgánica provocando una densidad expresiva propia y digna de lo mejor de la lírica castellana, a la que el libro rinde homenaje.
Ya en DE LENGUA Y LITERATURA el autor había mostrado por dentro su taller en el poema Del oficio, que podríamos tomar como su arte poética y que muy bien anticipa esta parábola.
En  la primera estrofa, concibe el acto creador como una iluminación  y no es otra cosa la que muestran los repetidos ejemplos de este libro en que el lenguaje se ha despojado de excesos y el mensaje emerge de la palabra sustantiva, constitutiva.

Uno busca que junten las palabras,
que tengan nueva luz de criaturas.

En la segunda estrofa, reivindica el trabajo duro contra los engaños del mundo y la esquivez de la palabra/poesía. De hecho, la concisión del lenguaje de Maxit denota una profunda tarea de decantación y de selección de las palabras, de sus combinaciones y de la paleta con que ha de fijar las imágenes. Porque la lengua, justamente  por innumerable, es laberíntica y oculta el número en la cifra…

Algún día las suelta mariposas
-luego de intensas, oscuras particiones-,
porque niega feliz los espejimos
o el árbol de la lengua no da voces.

En la tercera estrofa enuncia la tesis de que el poema puede ser el lecho en que el río de la historia se manifieste y, aunque tímida, también la esperanza, pero todo estará sujeto a la autenticidad de unos pocos versos contenidos/continentes.

Si después vuelve el tiempo por los versos,
pocos serán los que digan todavía
la frescura del sol cuando amanece.

En esa contención formal de la lírica se afirma la otra, propiciada por los refugios del espíritu y el tiempo.
Desde el primer poema de DE LENGUA Y LITERATURA, Libreta de apuntes, surge evidente la tensión entre los polos: intemperie-amor/ fragilidad-dádiva, cuyos puentes visibles levantan, meridianas, la fe y la poesía. Son variaciones de la eterna dicotomía entre bien y mal, que pone en crisis toda obra de arte mayor y que Maxit expresa con un lenguaje cada vez más concentrado, diciendo muito em pouco, según la sabia poética del gran Guimarâes Rosa.

            Ana Lía Torre Obeid, La Plata, agosto de 2001.