VARIACIONES CONCERTANTES A LA LUZ DE LOS CREPÚSCULOS, de Tomás Barna

de Tomás Barna

OBERTURA, por el autor.

A la manera de César Franck… estas “variaciones  concertantes” intentan fusionar la música y la poesía a través de la palabra, enriquecida por cadencias musicales y vuelos líricos, aspirando a concretar lo que considero el logro mayor de la literatura: la creación poética. Y esto en cualquiera de los géneros literarios: la poesía propiamente dicha, la narración, el ensayo, la crítica y el reportaje.
Tal vez los dos faros más luminosos de la humanidad, en este aspecto, sean Charles Baudelaire y Jean Cocteau, quien llegó a asegurar que en todo lo que él creaba (poemas, ensayos, cuentos, diarios íntimos, crónicas, teatro y cine) si no se respiraba un hálito poético… no servía. Esa concepción lo llevó a crear su excelsa obra literaria y periodística a  Tomás Eloy Martínez, en quien tanto he pensado al decidir la publicación de estas vivencias. Y así concibo, yo también, la escritura: una sutil y a la vez fluida combinación de soplos estéticos, metafísicos y poéticos, imbuidos de un eminente calor humano.
Son “Variaciones”, por lo variado del temario expuesto.
Y “Concertantes”, porque hay entre estos temas una íntima relación espiritual, una profunda afinidad. Laten al unísono. Son motivos que surgen de seres que se han movido, incesantemente, al ritmo de una estremecedora explosión de vitalidad.
Y… ¿por qué “a la luz de los crepúsculos”?
No debemos ignorar que existen dos momentos crepusculares: el del sol naciente y el del sol poniente (el amanecer y el anochecer), en los cuales prevalecen los tonos anaranjados y lilas, violáceos con tendencia hacia el azul amatista. Y existe una íntima relación entre esta sinfonía de la naturaleza y ciertos pensamientos y estados de ánimo que revelan un grado de embriaguez transitoria que desemboca en una exaltación creadora lindante con las magnificencias singulares del éxtasis.
Pues bien: al entrar en contacto con los seres que he entrevistado, y al tratar los temas que bailotean en estas páginas, he sentido lo que acabo de expresar.
Si Charles Baudelaire -en uno de sus “Pequeños Poemas en Prosa: ”El crepúsculo”- nos murmuró: “…y los pensamientos cobran ahora los tiernos e indecisos colores del crepúsculo”,  yo no puedo silenciar que lo vertido en este libro-transcripción de profundos encuentros espirituales- equivale a ese sentimiento que me ha hecho tan feliz cada vez que he vivido horas de plenitud a la luz de los crepúsculos, y que sintetizo en esta frase: la hora del sol naciente- así como las últimas vibraciones de los cromos del poniente-encienden, en mí, el ardiente anhelo de abrazar el infinito.

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PRÓLOGO de LUIS ALPOSTA

Como es sabido, la literatura empieza por la poesía. El verso es anterior a la prosa y, en este libro de entrevistas periodísticas y crítica de arte, en el que no hay una sola de sus páginas que no tenga algo, o mucho, de poético, hay, también, literatura.

Tomás Barna recopila aquí, en la primera parte de estas “Variaciones concertantes a la luz de los crepúsculos“, una serie de entrevistas magistrales realizadas a lo largo de casi una veintena de años, a escritores y consagrados autores de tango.
Entre ellos figuran: Abelardo Castillo, Bioy Casares y Borges; Sigfredo Pastor, Mario Solomonoff y Nelly Kaplan; Enrique Cadícamo, Homero Expósito y Horacio Ferrer; Sebastián Piana, Osvaldo Pugliese y Arturo Penón; Ada Falcón y Josefina.
Cada entrevista está orientada, no sólo a resumir una historia,  sino también a recoger información sobre el pensamiento y el quehacer artístico del entrevistado, con especial atención al proceso creativo de sus obras.
Cada uno de estos encuentros tiene una historia diferente.
Se trata de entrevistas conversadas con inteligencia, en las que se manifiesta la sensibilidad de Tomás Barna, su sentido para interrogar y su manejo del tempo en el diálogo. Entrevistas en las que el lector puede descubrir parte de la vida de Pugliese; saber como nació la mítica dupla autoral de Piana y Manzi; filosofar y reflexionar sobre el tango con Borges y hablar con Abelardo Castillo sobre la existencia de Dios, el azar y la casualidad, la maldad y la estupidez.
Un libro en el que confluyen periodismo cultural y tango. Y, como dije al principio, periodismo cultural y literatura.
Cada entrevista ha sido especial. Cada encuentro ha tenido una historia diferente.
La visita a Borges en su departamento de la calle Maipú; su descubrimiento de Solomonoff en París, ciudad en la que Barna vivió un cuarto de siglo; su encuentro con “la emperatriz del tango” en Cosquín…
Sin haberlo hecho, por momentos da la sensación de que el autor ha seleccionado las mejores preguntas y respuestas del material que aquí se reúne.
En resumen: ¡un canto al diálogo!
Hasta aquí, la primera parte.
Después, un interludio en el que se habla de Cortázar, del tango y de “Trottoirs de Buenos Aires”, la ya mítica tanguería parisina de la que el autor de este libro fuera uno de sus fundadores.
Y finalmente, las críticas, sus críticas, a través de las cuales intuimos al apasionado lector y al conspicuo cinéfilo al que le gustan las películas que muestran lo que él ve, y los directores que, sin dejar de representar un enfoque personal, se hacen “invisibles”.
François Mauriac decía que “un mal escritor puede llegar a ser un buen crítico, por la misma razón que un pésimo vino también puede llegar a ser un buen vinagre”.
Pero no es éste el caso. Tomás Barna, además de ser un buen escritor es también un buen crítico, como lo demuestra en estas páginas. Sus observaciones, tanto las literarias como las referentes al cine, podrán ser discutibles; no así sus tratamientos.
Él, aquí, escribe in extenso sobre temas que le apasionan, y lo hace en nombre del criterio, del gusto literario, del conocimiento…
He leído con fruición y con el firme propósito de encontrar en él, dada su temática diversa, una “unidad”, “una coherencia interna”, “una propuesta global”, “un estilo”…
Y como era de esperar, lo encontré.

  Luis Alposta, 10/03/2011

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COMENTARIO de FERNANDO SÁNCHEZ ZINNY

Variaciones concertantes a la luz de los crepúsculos

Por Tomás Barna  (224 páginas)

Título poético de un libro que asimismo lo es, sin ser por eso de poesía. Nos lo acerca Tomás Barna, narrador, poeta, actor en ocasiones, guionista, crítico cinematográfico y dramaturgo, y siempre hombre de la radio y tanguero impenitente. Pasó un cuarto de siglo en París, dedicado a difundir la música del dos por cuatro, lo que ya es bastante, sobre todo porque, además, durante ese lapso supo impregnarse hasta el tuétano de lo mejor del espíritu y la cultura de Francia. Ahora, de regreso, resulta por demás comprensible que cuanto escribe –cualquiera sea el género– venga a recaer en memorias y que ése sea, justamente, su encanto y riqueza.

Tenemos aquí una selección de entrevistas realizadas a lo largo de años, sin duda redimensionadas en ciertos casos, según las perspectivas cada vez más complejas que se van abriendo ante el autor. Al presente, a éste “nada humano le es ajeno” y la vastedad de su inquietud por las manifestaciones del arte no conoce límites: desde Abelardo Castillo a Borges, desde Cadícamo y Homero Espósito a Ada Falcón, desde Sigfredo Pastor a Pía Sebastiani, desde Elia Kazan a “Marcelino, pan y vino”, desde Uslar Pietri y Eduardo Galeano a un canto rante en proximidades del Sena. Todo es puro anhelo de conocer y de transmutar esa sapiencia en el alambique de la pasión y el entusiasmo.

Barna es un hombre bien grande, que conserva en sí el vigor de una juventud avasallante, de una insaciable hambre de vida. Hace bien leerlo y su efecto es realmente tónico para quienes coinciden con él en que la expresividad del arte constituye la más bella y trascendente de las opciones posibles.

 FSZ